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miércoles, 26 de abril de 2017

JUAN PABLO CARRIÓN. LOS PRIMEROS DE FILIPINAS.




Cuadro del siglo XVI en el Museo de Bellas Artes de Bilbao del marino español Juan Pablo Carrión


El personaje del mes. Juan Pablo Carrión. Los primeros de Filipinas.

Diego Peña & Javier Martínez-Pinna 


...En el año 1580 un pirata nipón conocido como Tay Fusa trataba de imponer su autoridad en la provincia de Cagayán (isla de Luzón), forzando a los nativos a prestarle vasallaje. Los piratas ronin buscaban el oro filipino, afamado en Japón, por lo que el archipiélago quedó sometido a ataques e incursiones nipones durante todo el s. XVI y parte del s. XVII. 

Tras las continuadas quejas del gobernador general a Felipe II, en el que describía a los japoneses como “la gente más belicosa que hay por aquí” el rey toma la decisión de encargar, en el año 1582, a Juan Pablo Carrión de acabar con los samuráis de Cagayán. A partir de este momento asistimos a algo más profundo que a un enfrentamiento armado. Será el choque, único en la historia, entre las armas feudales japonesas y el acero toledano, entre las modernas técnicas de navegación y combate imperial contra las rápidas naves piratas de los mares del sur, y entre la superioridad numérica y la ferocidad individual del guerrero nipón frente al orden de combate y la disciplina de un ejército regular imperial.

Las fuerzas españolas contaban con 40 soldados, una galera (seguramente de guerra provista con un cañón, dos culebrinas a proa y una a popa, un cañón por lado y un arcabuz), cinco embarcaciones pequeñas de apoyo y un navío ligero. Enfrente los japoneses contaban con un junco (embarcación estable y de gran empuje que podía navegar en aguas poco profundas), 18 champanes (embarcación propia de los pescadores chinos y que navegaba en ríos y cerca de las costas) y más de 1.000 piratas ronin.

Ronin: guerrero samurai sin señor.
La superioridad de las embarcaciones españolas era más que evidente, y muy posiblemente fue determinante para explicar el resultado de la batalla que estaba a punto de iniciarse. El de Carrión obligó a retirarse a un buque pirata en el mar de China, provocando la ira de Tay Fusa que puso rumbo a Filipinas, obligando al capitán Carrión a una defensa rápida reuniendo para ello a su reducido contingente. La galera española, la Capitana, se preparó para el combate contra uno de los barcos japoneses disparando su artillería y dejando el barco destrozado y lleno de muertos en cubierta, lo que posibilitó un fácil abordaje, que se vio contundentemente frenado, dada la superioridad numérica de los nipones. Carrión, con 69 años de edad, dirigía en persona el ataque provisto de media armadura de acero. El orden de combate, propio de los tercios de Flandes, situaba a los piqueros delante, arcabuceros en segunda línea y mosqueteros detrás, formando un muro contra un feroz enemigo que poco a poco les obligaba a retroceder. El capitán palentino consiguió hacer una barrera con la briza de la verga mayor, sajándola de golpe con su acero, y permitiendo el parapeto de arcabuceros y mosqueteros que desde allí pudieron disparar haciendo estragos en las desprotegidas filas piratas. Los piqueros y rodeleros aprovecharon las bajas enemigas para saltar sobre ellos de manera salvaje mientras otra embarcación española, el San Yusepe, lanzaba ráfagas de artillería que mantenía entretenidos a los artilleros nipones. La sorpresa y las bajas obligaron a los piratas a una retirada, saltando y nadando hacia la costa, pereciendo muchos de los ronin por el peso de sus armaduras samurái. Tras esta decisiva batalla, Juan Pablo Carrión continuó por el río Grande Cagayán donde se topó con 18 champanes, y allí las culebrinas y arcabuces volvieron a hacer estragos. Posteriormente los españoles desembarcaron para hacerse fuertes cerca de las huestes enemigas, desde una trinchera en tierra siguieron hostigando a los piratas con cañones que habían traído de los barcos. Tras un infructuoso intento nipón de negociar una retirada honrosa, los japoneses decidieron atacar con 600 soldados a los españoles atrincherados. Tres fueron las embestidas que los nipones hicieron antes de penetrar definitivamente en las defensas donde 30 soldados españoles, agotados y sin pólvora, plantaron cara al resto del contingente pirata, acuchillándolos sin piedad hasta provocar su estampida final, sólo se salvaron los samuráis que pudieron correr más rápido...