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viernes, 5 de mayo de 2017

MARIANA PINEDA. LA LUCHA LIBERAL CONTRA FERNANDO VII.

Mariana Pineda en capilla 1862 Juan Antonio Vera Calvo.


El personaje del mes. Mariana Pineda. La lucha liberal contra Fernando VII.

Diego Peña & Javier Martínez-Pinna 



Los orígenes del liberalismo político europeo hunden sus raíces en el invento de la imprenta de Gutenberg, auténtica revolución cultural, social, política, económica y religiosa que permitió, a través de la difusión de las ideas y la globalización de lecturas como la biblia a lenguas vernáculas, poner en entredicho al antiguo régimen. Los herrajes que habían estado sosteniendo al feudalismo como modo de producción, y al catolicismo como jaula de la moral y de las conciencias, empezaron a volar por los aires, llevando a occidente a una revolución social disfrazada de cisma religioso de la mano de Lutero, al desarrollo de la ciencia y la cultura bajo palio monárquico con el potente nombre de Ilustración y, en Francia, a la mayor reivindicación violenta de la pequeña y mediana burguesía propietaria, a la que se uniría un campesinado sometido, conocida como Revolución Francesa, elemento rupturista y aglutinador que anunciaba la llegada de una nueva época.
En España, donde el feudalismo y el catolicismo lo dominaban todo, quizá virtud a la pésima gestión de un imperio en decadencia, las ideas ilustradas nos tocaron tangencialmente en reducidos grupos de intelectuales y humanistas, como el alicantino Jorge Juan. Se entiende así que el liberalismo político cuyo ideario nos trajo, contradictoriamente, la invasión de un dictador, Napoleón Bonaparte, chocara no sólo con las clases privilegiadas y el alto clero sino también con los estratos más bajos e incultos de la población, siendo el máximo exponente del rechazo al cambio el grito de “vivan las cadenas” para recibir, en 1814, a Fernando VII, por el que tanto absolutistas como liberales habían luchado contra los franceses, y que venía a justificar el total desprecio del Borbón y sus seguidores por la Constitución liberal de 1812, más conocida como La Pepa.  Sin embargo muchos liberales continuaron luchando por los nuevos tiempos en una España que, lejos de modernizarse, intentaba por todos los medios profundizar, aún más, en el antiguo régimen. Una de estas contestatarias y luchadoras figuras fue la granadina Mariana Pineda.
Hija ilegítima, llevó una niñez difícil viviendo entre diversos familiares, casándola a los quince años con un ex-militar que casi le doblaba la edad, el cual la dejó viuda y con dos hijos en 1822, a la edad de dieciocho años. Se desconoce si la joven Mariana fue adherida por su esposo al movimiento liberal, o bien a pesar de éste las ideas del trienio liberal (1820-1823), salpicado de movimientos revolucionarios, inflamaron a una joven idealista, cuya vida no había sido fácil, de esperanzas renovadoras por un futuro prometedor. Futuro que quedó hecho añicos en 1823 cuando Fernando VII restaura el absolutismo, restableciendo todos los antiguos privilegios. Mariana responderá acogiendo en su casa a políticos liberales perseguidos. Tras enamorarse de uno de estos liberales, el brillante militar Casimiro Brodett, el cual intentaría desposarla pero dada su condición rebelde no tuvo la dispensa real para ello, Mariana desaparecerá de la escena pública y de Granada durante un tiempo, y el propio Casimiro Brodett tendría que exiliarse a Cuba.
No volveremos a tener noticias de la heroína granadina hasta el año 1828, cuando ayuda a su primo, Fernando Álvarez, también liberal, a escapar de la cárcel disfrazado de fraile, y huir a Gibraltar. Mariana volvió a casarse, pero según sus biógrafos, lo hizo en secreto, conocido como matrimonio en “conciencia”, con el abogado José de la Peña. Para entonces Mariana ya había desatado las sospechas de “el Alcalde del Crimen” de Granada, Pedrosa, figura que encarnaba un letrado integrante de las salas del crimen en las Audiencias y Chancillerías de Valladolid y Granada, como sospechosa de “anarquista”, es decir, liberal en el lenguaje de los absolutistas. Para colmo de males el criado de Mariana había servido a las órdenes de Rafael de Riego, el teniente coronel que conspiró contra Fernando VII para instaurar la Constitución de 1812, que dio nombre a un famoso himno decimonónico más tarde adoptado por la República Española, y que implicaba directamente a Mariana en una posible insurrección...

lunes, 1 de mayo de 2017

JOAQUÍN COSTA Y EL REGENERACIONISMO ESPAÑOL.



por Javier Martínez-Pinna y Diego Peña

La pérdida de los últimos territorios de nuestro imperio colonial después de la injusta guerra contra los EEUU en 1898, no supuso un desastre para la economía española ya que, en términos generales, se pudieron emprender importantes reformas que posibilitaron el saneamiento de la Hacienda, al mismo tiempo que se produce una repatriación de capitales y el mantenimiento de los mercados latinoamericanos. La pérdida de Cuba y Filipinas provocó, en cambio, una conmoción inmensa y una crisis de nuestra conciencia nacional, expresada en la obra de autores como Unamuno o Baroja, que empujó a un grupo de intelectuales a denunciar las contradicciones del régimen político español basado en el sistema de la Restauración, caracterizado por la alternancia en el poder de las dos ramas principales del liberalismo (moderados y progresistas) mediante una serie de prácticas que obstaculizaron la consolidación de un régimen político estable.

Las propuestas de reforma y de modernización política se desarrollaron en torno al movimiento regeneracionista, cuyos integrantes atacaron con vehemencia las injusticias del régimen oligárquico de la Restauración, en el que la voluntad popular había sido anulada mediante el caciquismo y la enorme influencia que la nobleza, el clero y el ejército seguían teniendo en nuestro país. De esta forma se recuperaba la ancestral preocupación patriótica por los males que aquejaban a España, expresada en el siglo XVII por los arbitraristas y posteriormente por los ilustrados españoles en el contexto del reformismo borbónico. El intento de identificar de forma objetiva las causas de la decadencia española a finales del XIX estuvo claramente influenciado desde el punto de vista ideológico por el krausismo y por la Institución Libre de Enseñanza, cuyos principios básicos giraban en torno a la necesidad de impulsar el espíritu crítico frente al dogmatismo, la libertad ideológica, el humanismo y el fomento de la cultura sin restricciones sociales...