Mariana Pineda en capilla 1862 Juan Antonio Vera Calvo. |
El personaje del mes. Mariana Pineda. La lucha liberal contra Fernando VII.
Diego Peña & Javier Martínez-Pinna
Los orígenes del liberalismo
político europeo hunden sus raíces en el invento de la imprenta de Gutenberg,
auténtica revolución cultural, social, política, económica y religiosa que
permitió, a través de la difusión de las ideas y la globalización de lecturas
como la biblia a lenguas vernáculas, poner en entredicho al antiguo régimen.
Los herrajes que habían estado sosteniendo al feudalismo como modo de
producción, y al catolicismo como jaula de la moral y de las conciencias,
empezaron a volar por los aires, llevando a occidente a una revolución social
disfrazada de cisma religioso de la mano de Lutero, al desarrollo de la ciencia
y la cultura bajo palio monárquico con el potente nombre de Ilustración y, en
Francia, a la mayor reivindicación violenta de la pequeña y mediana burguesía
propietaria, a la que se uniría un campesinado sometido, conocida como
Revolución Francesa, elemento rupturista y aglutinador que anunciaba la llegada
de una nueva época.
En España, donde el feudalismo y
el catolicismo lo dominaban todo, quizá virtud a la pésima gestión de un
imperio en decadencia, las ideas ilustradas nos tocaron tangencialmente en
reducidos grupos de intelectuales y humanistas, como el alicantino Jorge Juan.
Se entiende así que el liberalismo político cuyo ideario nos trajo,
contradictoriamente, la invasión de un dictador, Napoleón Bonaparte, chocara no
sólo con las clases privilegiadas y el alto clero sino también con los estratos
más bajos e incultos de la población, siendo el máximo exponente del rechazo al
cambio el grito de “vivan las cadenas” para recibir, en 1814, a Fernando VII,
por el que tanto absolutistas como liberales habían luchado contra los
franceses, y que venía a justificar el total desprecio del Borbón y sus
seguidores por la Constitución liberal de 1812, más conocida como La Pepa. Sin embargo muchos liberales continuaron
luchando por los nuevos tiempos en una España que, lejos de modernizarse,
intentaba por todos los medios profundizar, aún más, en el antiguo régimen. Una
de estas contestatarias y luchadoras figuras fue la granadina Mariana Pineda.
Hija ilegítima, llevó una niñez
difícil viviendo entre diversos familiares, casándola a los quince años con un
ex-militar que casi le doblaba la edad, el cual la dejó viuda y con dos hijos
en 1822, a la edad de dieciocho años. Se desconoce si la joven Mariana fue
adherida por su esposo al movimiento liberal, o bien a pesar de éste las ideas
del trienio liberal (1820-1823), salpicado de movimientos revolucionarios,
inflamaron a una joven idealista, cuya vida no había sido fácil, de esperanzas
renovadoras por un futuro prometedor. Futuro que quedó hecho añicos en 1823
cuando Fernando VII restaura el absolutismo, restableciendo todos los antiguos
privilegios. Mariana responderá acogiendo en su casa a políticos liberales
perseguidos. Tras enamorarse de uno de estos liberales, el brillante militar
Casimiro Brodett, el cual intentaría desposarla pero dada su condición rebelde
no tuvo la dispensa real para ello, Mariana desaparecerá de la escena pública y
de Granada durante un tiempo, y el propio Casimiro Brodett tendría que
exiliarse a Cuba.
No volveremos a tener noticias de
la heroína granadina hasta el año 1828, cuando ayuda a su primo, Fernando
Álvarez, también liberal, a escapar de la cárcel disfrazado de fraile, y huir a
Gibraltar. Mariana volvió a casarse, pero según sus biógrafos, lo hizo en
secreto, conocido como matrimonio en “conciencia”, con el abogado José de la
Peña. Para entonces Mariana ya había desatado las sospechas de “el Alcalde del
Crimen” de Granada, Pedrosa, figura que encarnaba un letrado integrante de las
salas del crimen en las Audiencias y Chancillerías de Valladolid y Granada,
como sospechosa de “anarquista”, es decir, liberal en el lenguaje de los
absolutistas. Para colmo de males el criado de Mariana había servido a las
órdenes de Rafael de Riego, el teniente coronel que conspiró contra Fernando
VII para instaurar la Constitución de 1812, que dio nombre a un famoso himno
decimonónico más tarde adoptado por la República Española, y que implicaba
directamente a Mariana en una posible insurrección...