A finales del s. XIX se produce un nuevo equilibrio de poder en Europa como consecuencia de la unificación de Alemania, y por el vertiginoso desarrollo industrial de unas potencias europeas que, progresivamente, van a rivalizar por el control de los nuevos mercados. Las contradicciones sociales y el desigual reparto de la riqueza, provocó la saturación de los mercados internos de los países del viejo continente, lo que obligó a los grandes empresarios a buscar nuevos territorios en donde poder colocar el enorme excedente productivo, a los que sus propios compatriotas no podían acceder.
El movimiento de expansión colonialista se expresó por primera vez en Gran Bretaña, donde Disraeli impulso el proceso colonizador entre 1874 y 1880, mientras que en Francia fue Jules Ferry el que sentó las bases del nuevo imperio colonial francés en África Occidental, Madagascar e Indochina. Alemania por otra parte tendrá que esperar a la desaparición de Bismarck para comenzar su aventura colonial en África de la mano de Guillermo II, mientras que en Bélgica Leopoldo II crea a título personal el Estado Independiente del Congo, en el que se cometieron las mayores atrocidades de la época y que se legó por testamento al reino belga.
Las causas que provocaron el inicio del fenómeno imperialista son complejas, pero la explicación más lógica es la que lo atribuye a las presiones económicas que surgen después de la Segunda Revolución Industrial. Esta explicación adquirió su forma más concreta gracias a un escrito de Lenin de 1916. En El imperialismo, fase superior del capitalismo asegura que con el desarrollo industrial de Europa y por el papel cada vez más importante de los bancos y del gran capital, a los financieros y grandes empresarios les va a resultar cada vez más difícil invertir su dinero de forma productiva, por lo que era esencial hallar nuevos campos de inversión en ultramar. El resultado fue la agudización de la rivalidad entre las potencias que llevaría a la guerra del 1914. Las causas económicas del imperialismo fueron analizadas por el historiador John Hobson, que en su obra de 1902 El imperialismo, interpretaba el fenómeno de esta manera:
Cada mejora de los métodos de producción, cada concentración de la propiedad (...), parece reforzar la tendencia a la expansión imperialista. En la medida en que una nación tras otra entran en la era de las maquinarias y adoptan los métodos industriales más avanzados, es más difícil para sus empresarios, comerciantes y financieros colocar sus reservas económicas, y progresivamente se ven tentados a aprovechar sus gobiernos para conquistar con fines particulares países lejanos y subdesarrollados a través de la anexión y del protectorado (...).
Este estado de la cuestión en la economía es la raíz del imperialismo. Si los consumidores de este país pudieran elevar tanto su nivel de consumo que fueran capaces de avanzar a la par que las fuerzas de producción, no habría ningún excedente de mercancías y capital capaz de exigir del imperialismo el descubrimiento de nuevos mercados (...).
El imperialismo es el esfuerzo de los grandes dueños de la industria paro facilitar la salida de su excedente de riqueza, buscando vender o colocar en el extranjero las mercancías o los capitales que el mercado interior no puede absorber.
No es el crecimiento industrial el que anhela la apertura de nuevos mercados y de nuevas regiones parca invertir, sino la deficiente distribución del poder adquisitivo la que impide la absorción de mercancías y capital dentro del país.
El imperialismo es el fruto de esa falso política económica, y el remedio es la reforma social.
Nosotros añadiríamos, a esta perfecta interpretación, también la de dar salida a un núcleo de población cada vez más descontento y empobrecido, derivándolo a las colonias y cuando las tensiones imperialistas llegaron a su punto álgido, derivándolos hacia la guerra.
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