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viernes, 11 de noviembre de 2016

QUINTACOLUMNISMO DEL SOCIALISMO EUROPEO

Huelga en Gran Bretaña, principios s. XX


"El 4 de agosto de 1914 el partido socialdemócrata alemán (SPD), el mayor partido socialista de Europa, votó unánimente los créditos de guerra en el Reichstag (el parlamento alemán), aunque Karl Liebeknecht y otros 13 diputados socialdemócratas se opusieron. El SPD otorgó así su apoyo a una guerra imperialista en la que iban a morir diez millones de personas. Aquella decisión resquebrajó a la izquierda europea; tal y como dijo el revolucionario Nikolai Bujarin, fue "la mayor tragedia de nuestra vida". Trotski recordaba: "la capitulación de la socialdemocracia alemana me trastornó aún más que la declaración de guerra". Lenin pensó al principio que el periódico en el que venía la noticia estaba falsificado.

El movimiento obrero alemán quedó petrificado. Una joven activista del SPD, Toni Sender, decía: "Todo parecía derrumbarse". Se encontraba en un tren de mercancías lleno de soldados que se encaminaban al frente. La mayoría de ellos eran hombres casados, con el rostro sombrío y muy poco entusiasmo por lo que estaba por llegar. Pocos días antes, el 28 de julio, se habían manifestado en Berlín más de 100.000 personas contra la guerra. En toda Alemania se habían producido durante los cuatro últimos días de paz más de 288 manifestaciones en las que habían participado más de 750.000 personas. Aquel movimiento de masas se había ido construyendo desde 1911, teniendo al SPD a la cabeza. El 4 de agosto el voto de los parlamentarios del partido desnucó aquel movimiento y entregó a la clase obrera alemana en manos de la casta de oficiales Junker y su máquina de guerra.

Durante la tarde del 4 de agosto un puñado de revolucionarios se reunieron en el piso de Rosa Luxemburg en Berlín. Redactaron una declaración antiimperialista e invitaron a otros 300 dirigentes socialistas a firmarla. Clara Zetkin fue la única que envió inmediatamente su apoyo. Los socialistas alemanes antibelicistas se habían convertido de repente en una diminuta minoría.

El modelo alemán se repitió en toda Europa: los partidos socialistas abandonaron el internacionalismo para apoyar a sus propios gobiernos burgueses en una guerra mundial imperialista. La Segunda Internacional (federación mundial de partidos socialistas) se hundió en la vergüenza. En lugar de mantener el internacionalismo implícito en la solidaridad proletaria, se desintegró tan pronto como comenzaron a batir los tambores de guerra del chovinismo nacional.

En 1914 había en Europa dos posibilidades: revolución socialista o guerra imperialista. Si los dirigentes del socialismo europeo, a la cabeza de decenas de millones de obreros organizados y disciplinados, hubieran optado por la primera, puede que la carnicería de la Primera Guerra Mundial nunca se hubiera producido."
Texto de Neil Faulkner, de su libro "De los neandertales a los neoliberales", Ed. Pasado & Presente.



Esta ilustrativa fotografía textual de la situación del socialismo europeo en vísperas de la Primera Guerra Mundial puede darnos pie a pensar si la llamada izquierda moderada lo es por vocación o porque en realidad tiene un problema de quintacolumnismo histórico.

Rosa Luxemburg
La revolución industrial había introducido con éxito la maquinaria en las labores agrícolas y desviado la mano de obra campesina hacia la insalubridad fabril de las grandes ciudades. La aglomeración de mano de obra barata dispuesta a hacer lo que sea tiene su imagen fetiche en obreros disputándose a los pies de una camioneta un día de trabajo por un poco de dinero que apenas daba para alimentar a la familia, imagen que desgraciadamente hemos tenido que ver otra vez un siglo después. Durante la conocida como Gran Guerra murieron millones de jóvenes, que de no haberse visto inmersos en batallas como la del Somme, donde cayeron más de un millón, quizá hubieran provocado un giro de las políticas liberales de la revolución industrial hacia mejores condiciones de vida o quizá hubieran acabado con el capitalismo en toda Europa. La Gran Guerra le vino muy bien a quiénes no tenían que caer destripados entre trinchera y trinchera y no tan bien a quiénes morían ahí o morían destrozados por horas de trabajo en las infames factorías del horror. Hoy en día la inversión, en su mayoría pública, en I+D+i, nos ha traído un mundo altamente tecnificado, robotizado e informatizado, pero se nos plantea el mismo problema que hace un siglo, ¿qué haremos con los trabajadores que sobran?

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