Las dictaduras no suelen sobrevenir por generación espontánea, no suceden un buen día en el que alegres ciudadanos libres de repente se ven inmersos en el horror de la privación de libertades y derechos, cuando no de la propia vida. Es el caso de Camboya, de los jemeres rojos, y del dictador Pol Pot.
En 1973 la administración estadounidense del presidente Nixon hizo caer sobre Camboya un 50% más de toneladas de bombas que las que habían utilizado sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. Cientos de miles de personas perecieron para que Estados Unidos pudiera decir al mundo que estaba parando el avance comunista. No sólo pararon, de momento a los comunistas, también destruyeron la economía, el tejido social y, peor aún, la salud mental de los camboyanos. Y efectivamente, ante tal demostración de la capacidad para destrozar seres humanos desde el aire, sin distinguir entre civiles y militares, entre hombres, mujeres o niños, el Jmer Rojo (comunistas camboyanos) pararon su avance. Lo que no paró, en el alma de los humildes campesinos camboyanos fue el odio extremo hacia los americanos y sobre todo hacia su propio pueblo, aquel que había colaborado con los occidentales en aquella matanza descomunal. Cuando la guerra de Vietnam tocó a su final en el año 1975, un ejército campesino, en el que no existía prácticamente ningún hombre o mujer que no hubiera sufrido la barbarie de la contienda en su familia forjaron un nuevo y renovado contingente comunista a las órdenes de generales de corte estalinista, y que llevaron a cabo uno de los mayores y más horrorosos genocidios de la historia de la humanidad.
Los conocidos como “campos de la muerte” de Pol Pot fueron la correa de transmisión de todo ese odio contenido. Para el año 1978 la población de Camboya se había visto reducida en casi dos millones de personas. Autores como K.D. Chandler señalan que muchas de ellas perecieron a causa de la malnutrición y los trabajos esclavos en el medio rural, y que más de 200.000 fueron directamente asesinadas, contando niños, ancianos y mujeres. La oposición que el régimen de Pol Pot hizo a su vecino Vietnam provocó la invasión y la caída del dictador en el año 1979, aunque continuaron como movimiento armado en la frontera de Tailandia, siendo considerados enemigos de los soviéticos consiguieron, pese a todo, el apoyo de Estados Unidos, China y Tailandia.
En 1973 la administración estadounidense del presidente Nixon hizo caer sobre Camboya un 50% más de toneladas de bombas que las que habían utilizado sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. Cientos de miles de personas perecieron para que Estados Unidos pudiera decir al mundo que estaba parando el avance comunista. No sólo pararon, de momento a los comunistas, también destruyeron la economía, el tejido social y, peor aún, la salud mental de los camboyanos. Y efectivamente, ante tal demostración de la capacidad para destrozar seres humanos desde el aire, sin distinguir entre civiles y militares, entre hombres, mujeres o niños, el Jmer Rojo (comunistas camboyanos) pararon su avance. Lo que no paró, en el alma de los humildes campesinos camboyanos fue el odio extremo hacia los americanos y sobre todo hacia su propio pueblo, aquel que había colaborado con los occidentales en aquella matanza descomunal. Cuando la guerra de Vietnam tocó a su final en el año 1975, un ejército campesino, en el que no existía prácticamente ningún hombre o mujer que no hubiera sufrido la barbarie de la contienda en su familia forjaron un nuevo y renovado contingente comunista a las órdenes de generales de corte estalinista, y que llevaron a cabo uno de los mayores y más horrorosos genocidios de la historia de la humanidad.
Los conocidos como “campos de la muerte” de Pol Pot fueron la correa de transmisión de todo ese odio contenido. Para el año 1978 la población de Camboya se había visto reducida en casi dos millones de personas. Autores como K.D. Chandler señalan que muchas de ellas perecieron a causa de la malnutrición y los trabajos esclavos en el medio rural, y que más de 200.000 fueron directamente asesinadas, contando niños, ancianos y mujeres. La oposición que el régimen de Pol Pot hizo a su vecino Vietnam provocó la invasión y la caída del dictador en el año 1979, aunque continuaron como movimiento armado en la frontera de Tailandia, siendo considerados enemigos de los soviéticos consiguieron, pese a todo, el apoyo de Estados Unidos, China y Tailandia.
Pol Pot |
La documentación que se ha podido salvar de aquella terrible dictadura nos habla de torturas sistemáticas, ejecuciones extra-judiciales, genocidio programado, trabajo esclavo, además de hambre y epidemias extendidas por todo el país. Pese a todo el horror desencadenado, el dictador Pol Pot, murió a la edad de 72 años en 1998, en medio de las selvas camboyanas, oficialmente prisionero de los Jemeres Rojos, aunque en realidad protegido por estos.
A día de hoy Camboya es el primer país del mundo con más fosas comunes y desaparecidos del mundo.
A día de hoy Camboya es el primer país del mundo con más fosas comunes y desaparecidos del mundo.
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