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domingo, 20 de noviembre de 2016

ECNOMO. QUIEN DOMINE EL MAR, GANARÁ ESTA GUERRA.



Cuando estalló la Primera Guerra Púnica resultaba evidente que la flota cartaginesa estaba formada por barcos de mejor calidad, y además tenía unos tripulantes mucho más experimentados, lo que hacía entrever una fácil victoria de los africanos. Para resultar vencedor en este conflicto, cuyas principales operaciones militares se desarrollaron en Sicilia y en África, era necesario conseguir el dominio en el mar y así abastecer a los gigantescos ejércitos que ambos contendientes desplegaron para doblegar a su enemigo. Lo realmente curioso es que los romanos lograron equilibrar la balanza, gracias a la aplicación de un ingenio, el corvus, que permitió a los barcos romanos atrapar a los púnicos y así forzarles a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, convirtiendo los enfrentamientos navales en unas auténticas batallas protagonizadas por la infantería. 




... de esta forma se llegó al año 256 momento elegido por los cónsules L. Manlio Vulso y M. Atilio Régulo para hacerse a la mar. Durante varias jornadas de navegación tranquila, los romanos no se cruzaron con ningún barco cartaginés que retrase su decidida marcha en busca de su oportunidad de terminar, de una vez por todas, con esta interminable guerra. Todo estaba yendo mejor de lo que habían imaginado desde un principio, e incluso el buen tiempo se empeñaba en hacer del trayecto una marcha apacible, pero esas esperanzas de una victoria fácil se esfumaron de golpe cuando, de improviso, vieron a la flota cartaginesa situada frente al cabo Ecnomo. El aspecto que mostraba la armada púnica era sobrecogedor, con unos 250 barcos desplegados en una interminable línea en cuyo centro destacaba el buque insignia comandado por Amílcar. A sus lados se situaban los flancos ligeramente adelantados, amenazando con iniciar un movimiento de ataque para rodear a los barcos enemigos.

Frente a ellos, los romanos formaban con sus naves de guerra divididas en tres grandes escuadras, estando las dos primeras en vanguardia y en forma de cuña, comandadas por ambos cónsules, mientras que detrás de ellos estaban los barcos de transporte cuya seguridad era primordial porque en ellos se apelotonaban la mayor parte de los cien mil soldados de infantería que deberían de conquistar África. Por este motivo, la tercera escuadra romana cubría la retaguardia para evitar que ningún barco cartaginés cayese sobre unos buques grandes, pesados y sin ningún tipo de protección.

Inmediatamente los cónsules ordenaron a sus barcos cargar directamente sobre el centro de la formación africana, cuya disposición en forma lineal se mostraba débil frente a un ataque directo de unos barcos perfectamente agrupados y dispuestos a romper la formación de la armada enemiga. El avance fue rápido, pero incomprensiblemente los buques púnicos no hicieron el menor movimiento que les permitiese a los romanos adivinar las intenciones de Amílcar. Poco después, el almirante inició una rápida retirada de todos los barcos que se situaban en el centro de la formación cartaginesa, animando a los romanos a iniciar una persecución para terminar de golpe con una batalla que se empezaba a poner muy bien para sus propios intereses.




Lenta pero inexorablemente, los barcos romanos fueron picando el anzuelo y cayendo en la trampa que les había preparado Amílcar. Después de varias horas de navegación M. Atilio Régulo y L. Manlio Vulso, decidieron mirar hacia atrás para descubrir que sus barcos de transporte se encontraban situados a una gran distancia de las dos escuadras romanas que seguían empeñadas en buscar una victoria fácil destrozando el centro de formación púnica. Pero eso no era todo, pronto comprendieron que los flancos de sus adversarios no habían retrocedido, sino todo lo contrario y que ahora se encontraban navegando a toda prisa para atacar a los barcos de transporte romanos, lo cual demostraba el auténtico objetivo del plan ideado por Amílcar. Frente a dicha situación, los grandes buques itálicos no tuvieron más remedio que retroceder, poco a poco, hasta las costas de Sicilia intentando por todos los medios no encallar para no sucumbir ante los barcos cartagineses que ya se encontraban casi encima de ellos.

Afortunadamente, la columna dejada en retaguardia por los cónsules llegó en el momento oportuno para interponerse entre los barcos de transporte y las naves comandas por Hannón, las cuales iniciaron un ataque desde los flancos para evitar los devastadores efectos de los corvi romanos. La situación era desesperada; era poco lo que podían resistir frente a unas fuerzas mucho más numerosas y perfectamente alineadas...

fragmento del libro Breve historia de las Guerras Púnicas. Editorial Nowtilus. 







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