Joseph-Noël Sylvestre: El galo Ducar decapita al general romano Flaminio. |
El 21 de junio de 217 a.C. Aníbal invadía la península itálica, tras la victoria sobre los romanos en la batalla del Trebia, esperaba al ejército consular de Cayo Flaminio escondido en las laderas que rodeaban el paso estrecho del lago Trasimeno. Aníbal interpretó a la perfección las intenciones del general romano, para hacer caer en la ratonera del desfiladero a las legiones, tenía que hacerle creer que el ejército africano transitaría por la entrada estrecha hacia el valle de salida, en la otra parte del lago. La encerrona la organizó montando su campamento, con sus hispanos y africanos a la salida del paso y colocando a la entrada del mismo, y convenientemente oculta, a su caballería. El resto del ejército, infantería ligera, los distribuyó en los cerros paralelamente al paso que recorrería el ejército romano en su trayecto creyendo perseguir a los cartagineses acampados ya fuera del estrechamiento.
Para que la trampa fuera más efectiva la mañana del 21 de junio, al amanecer, se levantó una espesa niebla, los dioses estaban con Aníbal, que impedía hacer reconocimientos del terreno más próximo por donde debían transcurrir las legiones. Flaminio, acampado a la entrada del estrecho decidió, en la creencia de que el cartaginés se dirigía con todos sus hombres hacia el valle, pasar sin más contemplaciones. Evidentemente los legionarios tuvieron que ponerse en columna de a dos o de a tres máximo y alargar todo lo posible la formación en su marcha. Una vez estuvieron todos los romanos dentro de la ratonera, quedando la caballería africana oculta a su espalda, Aníbal dio la señal de atacar a un ejército rodeado por el norte por las montañas y las tropas ligeras cartaginesas (honderos baleares y galos), por el oeste por la caballería púnica, por el este por las tropas de élite de Aníbal y por el sur por el lago (quizás la opción menos aterradora).
A la señal de ataque siguió un ensordecedor grito de guerra de los enemigos urbi et orbe que debió de paralizar a las legiones en un primer momento, unos instantes de caos absoluto acrecentados por la densa niebla de la zona que impedía saber a ciencia cierta por donde organizar la defensa. Pronto todo el ejército se percata de que sólo la lucha más feroz podrá sacarles de allí, por lo que con total desorganización, pese a las órdenes del cónsul, se lucha en pequeños grupos anárquicos, ya no por Roma, sino por la vida misma. Rodeados los legionarios se batieron valientemente hasta la muerte durante más de tres horas, incluido el cónsul Flaminio que murió en el centro de la formación a manos de las hordas galas. En ese momento la lucha se convierte en huida, en sálvese quien pueda, muchos trataron de atravesar a nado el lago, así que una gran cantidad de legionarios murió ahogada o fueron abatidos atascados en el fango. Las cifras de los caídos en la batalla del lago Trasimeno difieren poco de un autor a otro, en resumen podemos afirmar que los muertos estarían entre los 10.000 y los 15.000 soldados mientras los prisioneros también rondarían los 15.000, de estos además formaban parte un curioso grupo que consiguió durante la batalla abrirse camino por el frente este de la misma y huir, sin embargo el lugarteniente de la caballería de Aníbal, el fiel Maharbal, los persiguió y les dio caza, haciéndolos prisioneros.
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fragmento del libro Breve historia de las Guerras Púnicas. Editorial Nowtilus.
las tropas de Anibal aguardaron en total silencio, eso indica una gran disciplina
ResponderEliminarEfectivamente Roberto, las tropas de Aníbal pese a su heterogeneidad estaban perfectamente disciplinadas. En nuestro libro ofrecemos la teoría de que esta circunstancia se debe al carisma de su general, Aníbal, y también a la experiencia del paso por los Alpes, cuya dificultad y sufrimiento unió a un ejército en principio dispar. Un saludo.
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