Monumento a España en Buenos Aires |
Persiguieron un sueño, pero terminaron encontrando un Nuevo Mundo.
Esta es la historia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y de Francisco Vázquez
de Coronado, dos hombres con los que se inicia la exploración de un vasto
territorio de lo que más tarde serán los EE. UU.
Esta es la historia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y de Francisco Vázquez
de Coronado, dos hombres con los que se inicia la exploración de un vasto
territorio de lo que más tarde serán los EE. UU.
Revista Vive la Historia, nº 26. Marzo de 2016
por Diego Peña y Javier Martínez-Pinna
“Animoso,
noble, arrogante, los cabellos rubios y los ojos azules y vivos, barba
larga y crespa, mozo de treinta y seis años, agudo de ingenio, era Alvar
un caballero y un capitán a todo lucir; las mozas del Duero
enamorábanse de él y los hombres temían su acero.”
Esta
conocida descripción de Cabeza de Vaca nos llega, supuestamente, de un
cronista del s. XVI llamado Maestre Juan de Ocampo. Sin embargo esta
empalagosa exhortación romántica sobre una de las figuras más
emblemáticas de la conquista y descubrimiento del continente americano, y
que ha perdurado en el imaginario colectivo durante décadas, no es
cierta. Se trata de un texto apócrifo salido de la imaginación del
periodista y escritor venezolano Rafael Bolívar Coronado, que a
principios del s. XX se inventó cinco crónicas de Indias, incluida la
del Maestre Juan de Ocampo, La gran Florida (1919), y su
increíble inventario caballeresco de Cabeza de Vaca. La expedición de
Pánfilo de Narváez a la Florida en busca de fortuna y gloria, así como
la gran aventura de Cabeza de Vaca y sus tres compañeros de fatigas por
el sur de los Estados Unidos y norte de México, es de todo lo que
podamos imaginar menos heroica y romántica.
Sin embargo, antes de
juzgar a estos hombres debemos situarnos en el contexto histórico en el
que acontece nuestro relato, así como en la mentalidad de unos hombres
que, indudablemente, no estaban preparados sino para una sociedad
post-medieval, para una supervivencia en un mundo europeo que luchaba
por salir de la superstición y la incultura, que sin saber ni cómo ni
porqué se hacían matar por valores tan opacos como la lealtad a un rey, a
un señor feudal o a una religión, muchas veces por honor de estos
valores inculcados a fuego desde la más tierna infancia, y las más de
las veces en una búsqueda desesperada de reconocimiento, fama y dinero
para engañar al hambre y a una más que presumible prematura muerte.
Pánfilo
de Narváez venía de su persecución a Hernán Cortés por tierras aztecas y
también de ver cómo se descubría y conquistaba un imperio repleto de
riquezas que colmó de títulos, oro y fama mundial al hidalgo extremeño.
Por su parte Álvar Núñez Cabeza de Vaca, hidalgo venido a menos y
huérfano desde los 8 años, sirvió en el ejército de Fernando el Católico
en las campañas italianas a una edad muy temprana. La vida de Cabeza de
Vaca, envuelta en el misterio y la especulación, se intuye repleta de
dificultades en una España donde la carestía de los más pobres, hidalgos
o no, forjaba individuos bregados, rudos, primarios y dispuestos a
todo. Estos hombres fueron en gran parte los que buscaron mejorar su
estatus social y económico en la tierra de oportunidades en que se había
convertido el territorio de Indias que descubriera Colón.
Cabeza de Vaca en museo Texas |
Cabeza
de Vaca, oriundo de Jerez de la Frontera, iniciaría su primer viaje a
las Indias formando parte como segundo al mando y como tesorero de la
expedición de Pánfilo de Narváez, al que Carlos I otorgó una licencia
para reclamar lo que es ahora la costa del golfo de México de los
Estados Unidos. Con 600 hombres entre soldados, clérigos, marineros y
esclavos, partió el 17 de junio de 1527 del puerto gaditano de Sanlúcar
de Barrameda. Nueve años después los únicos cuatro supervivientes de
aquella aventura, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo
Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza, y su esclavo moro Estevanico,
lograron finalmente reunirse con compatriotas españoles en la actual
Ciudad de México. Veamos que pasó.
Tras una parada técnica de
reavituallamiento en las Islas Canarias la expedición llegó a Santo
Domingo en agosto de 1527 donde empezaron a tener las primeras
deserciones de la tripulación por miedo a lo desconocido. En septiembre
llegaron a Cuba, donde reclutaron hombres y compraron caballos. Allí
Narváez dividió la flota enviando a Trinidad dos naves comandadas por
Cabeza de Vaca y un tal Pantoja, ¿qué podía salir mal?
Absolutamente
todo salió mal, a partir de ese momento la expedición de Narváez se
convirtió en un auténtico infierno. Los dos barcos enviados a Trinidad
naufragaron perdiendo víveres, caballos y más de 60 hombres. Una vez
reunificados emprendieron la marcha llegando por fin a La Florida un 12
de abril de 1528, a la hoy conocida como Bahía de Tampa. Pronto
decidieron explorar la zona interior dividiendo al grupo, lo que supuso
un punto de fricción entre Narváez y Cabeza de Vaca, quedándose éste
último en tierra para que nadie pensara que era un cobarde. Desde ese
momento la búsqueda de ciudades ricas en oro, de civilizaciones perdidas
e imperios que conquistar se convirtió en una de las peores pesadillas
de los españoles en América. Los huracanes y tempestades, los ataques de
los indios, las zonas pantanosas, el hambre y la sed, dejaron al grupo
de Cabeza de Vaca con tan sólo 15 hombres, los cuales para poder
sobrevivir no sólo terminaron comiéndose a sus caballos sino que
llegaron a practicar el canibalismo.
Edición 1555 Comentarios Gobernador Cabeza de Vaca |
Al llegar a la actual isla de
Galveston, la tribu de los Carancaguas los acogió y en un primer
momento los trató como a curanderos. Sin embargo acabaron siendo sus
sirvientes. El jerezano acabó esclavizado por los indios durante más de
seis años, hasta que consiguió escapar de su prisión y toparse con los
indios Charrucos, con los que encontrará la forma de ganarse la vida
ejerciendo de comerciante para el trueque entre las diferentes tribus de
la zona, en un territorio próximo a la actual San Antonio y la costa
tejana. Estando en estos quehaceres se topó, y ya es casualidad, con
tres supervivientes más de la expedición de Narváez, a saber, Andrés
Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y Estavanico
(sirviente de raza negra de Andrés Dorantes), no deja de ser irónico que
el primer africano en pisar USA fuera un esclavo.
La experiencia
de Cabeza de Vaca con los indios les hizo sobrevivir haciéndose pasar
los cuatro por chamanes, de este modo comenzaron una nueva aventura
hacia el suroeste de los actuales Estados Unidos y el Norte de México en
busca de una ruta segura de regreso a la Nueva España. Durante el
trayecto remontaron el río Bravo, deambularon por la hoy frontera entre
México y Estados Unidos, se toparon con tribus dedicadas a la caza del
bisonte, con las que convivieron, y llegaron a las orillas del río
Sinaloa donde por fin se toparon con exploradores españoles que los
rescataron y llevaron a la Nueva España.
Tras su largo viaje por
las tierras del suroeste de los EEUU y norte de México, Alvar Núñez
Cabeza de Vaca, escribió una obra conocida con el nombre de Naufragios,
en donde pudo relatar sus “andanzas” junto a sus queridos y abnegados
compañeros. Pronto empezaron a propagarse los rumores sobre la
existencia de una serie de ciudades repletas de oro, que muchos
relacionaron con el antiguo mito portugués de Cíbola.
Estas
habladurías hicieron despertar la ambición del virrey de Nueva España,
que inmediatamente organizó una expedición al frente de la cual situó a
fray Marcos de Niza, acompañado por el astuto Estevanico. En un
principio la cosa no pareció salir del todo mal, entre los dos lograron
llegar al país de los zuñis, en Nuevo México, para encontrar un pequeño
grupo de aldeas que precipitadamente interpretaron como Cíbola. Pero lo
peor para ellos aún estaba por llegar, porque la presencia española
estaba a punto de ser contestada de forma hostil por algunos de los
pueblos indígenas que habitaban la zona. Inmediatamente comenzaron a
acosar a los castellanos con una serie de rápidos golpes de mano que
diezmaron a los conquistadores. En uno de estos ataques, terminó cayendo
el moro Estevanico, después de que una traicionera flecha le segase la
vida.
La muerte del que siempre se consideró el alma mater de la
expedición, hizo hundir la moral de los españoles, que finalmente
huyeron en desbandada para llegar con más pena que gloria a tierras de
Nueva España, en donde los pocos supervivientes que habían logrado
salvar el pellejo, trataron de justificar su comportamiento magnificando
todo aquello que habían visto y recorrido. Tan convincentes resultaron
sus explicaciones que los españoles terminaron organizando una nueva
expedición, pero esta de mayores proporciones.
El nuevo intento se
produjo en 1540 y tuvo como protagonista a Vázquez de Coronado. Mucho
más ambicioso que las anteriores, logró reunir para dicha empresa a 350
españoles y a 800 indígenas mexicanos, por lo que los conquistadores se
tuvieron que emplear a fondo para reunir todo el dinero posible para
financiar el viaje. El mismo Coronado se vio obligado a hipotecar las
posesiones de su inocente mujer, no sin antes convencerle de toda la
gloria que el destino le tenía reservado para él y para todos los suyos,
al estar a punto de descubrir una ciudad inundada de oro e
indescriptibles riquezas.
Con gran pompa, esta enorme comitiva se
puso en marcha hacia las tierras de ese remoto e inexplorado territorio
que años atrás había recorrido Cabeza de Vaca, pero a los pocos días de
marcha los víveres comenzaron a escasear. Afortunadamente, en esta
ocasión los castellanos habían sido más previsores que sus antecesores y
por eso se hicieron acompañar de un enorme rebaño compuesto por varios
centenares de bueyes, ovejas y cerdos para cuando apretase el hambre. No
sin dificultades lograron llegar al fin a Culiacán, Sinaloa, para desde
allí iniciar un épico viaje por el que se vieron obligados a atravesar
el árido desierto de Arizona, seguidos bien de cerca por una enorme
piara de gorrinos famélicos. Pero todos estos padecimientos eran
necesarios para llegar al lugar de ensueño del que habían oído hablar
gracias al bueno de fray Marcos. Por eso decidieron seguir andando,
insensibles al calor, a la enfermedad y a los esporádicos ataques de
unos nativos que los miraban con desconfianza, y los recibían a
flechazos. Y por fin, lejos en el horizonte, pudieron vislumbrar eso por
lo que tanto habían sufrido, las aldeas de los indios zuñi, el lugar en
donde les esperaban las ciudades de Cíbola.
Señalizaciión del paso cabeza de vaca por la Florida |
Cuando se acercaron
descubrieron para su pesar que allí no había nada: ninguna ciudad tan
bella como dos Sevillas juntas, ni grandes catedrales tocadas con
hermosas cúpulas doradas y puertas de turquesa, sólo unas pequeñas
casuchas hechas con barro y cubiertas de paja pobladas por unos indios
con cara de pocos amigos. No había duda, el malnacido fray Marcos de
Niza y los suyos les habían tomado el pelo.
Ya no quedaba mucho
por hacer, pero Vázquez de Coronado no se dio por vencido. No estaba
dispuesto a volver con las manos vacías a Nueva España, para convertirse
en el hazme reír de todos aquellos que vieron con incredulidad el
inicio de su viaje. Tampoco le tentaba el recibimiento de su querida y
arruinada esposa, cuando le comunicase que había vuelto sin encontrar ni
un solo gramo de oro. Por eso decidió dividir su contingente para
seguir explorando en busca de su quimera.
Aunque
pueda parecer que su aventura se terminó saldando con un absoluto
fracaso, hemos de reconocer la importancia que tuvo el insigne
descubridor salmantino, y su innegable influencia en la exploración de
buena parte del territorio más meridional de los actuales Estados Unidos
de América. Junta a su entrañable compañero, Hernando de Alvarado,
recorrieron unas tierras hasta ese momento desconocidas para los
europeos, siendo recordados como unos magníficos exploradores y
descubridores de una extensa zona que iba desde el Gran Cañón del
Colorado hasta las praderas de Kansas y Oklahoma, lugares en donde la
influencia de la cultura española ha perdurado hasta nuestros días.
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